La Orbea Monegros, con su maratón y media maratón, a la que ahora se suma la prueba nocturna, mueve a miles de personas hasta la capital monegrina y su zona de influencia. Del conjunto, muchos eligen quedarse el fin de semana e, incluso, volver en otras fechas. Además, los acompañantes de los inscritos disponen de varias horas libres que pueden aprovechar para descubrir los atractivos del municipio y volver a tiempo a la línea de meta para recibir a los suyos.
La capital de Los Monegros ofrece al visitante uno de los paisajes más sorprendentes de Los Monegros: la Laguna. El segundo humedal más grande de Aragón está declarado zona de Especial Interés para las Aves; Lugar de Interés Comunitario; Refugio Silvestre y Espacio de Interés Turístico de Aragón.
Un agradable paseo desde la zona norte de la localidad permite acercarnos a pie o en bicicleta hasta su entorno. Bien por la calle Lalueza, hasta la zona suroccidental del humedal (siguiendo el antiguo camino real que conducía a Zaragoza, hoy inundado por la alguna) bien en paralelo a la carretera A-129 desde la avenida Monegros, llegando hasta el Centro de Interpretación y Observatorio, que abre sus puertas sábado y domingo, de 10.00 a 14.00 y de 16.00 a 20.00 horas. Allí, educadores medioambientales nos ayudarán a comprender el origen y formación del humedal y las especies que lo habitan. También la flora de su entorno, que se puede disfrutar en un itinerario circular que bordea el humedal, apto para todos los públicos. La zona, además, cuenta con un parque con juegos infantiles y merenderos, ideal para los más pequeños de la familia.
El casco urbano de Sariñena ofrece también la posibilidad de caminar por una de las antiguas villas del reino de Aragón, cuyo corazón se concentra entre la calle Mercado y plaza del Salvador. La plaza está presidida por la imponente fachada de la iglesia de San Salvador, antes colegiata, de estilo neoclásico y firmada por el prestigioso arquitecto Agustín Sanz a finales del siglo XVIII. A su lado se levanta el edificio del Casino, construido en la década de 1920, con fachada de ladrillo y alero de madera, característico de la arquitectura civil aragonesa. En el extremo inferior de la plaza, y porticándola, el palacete de la familia Paraled, como muestra del poder de la burguesía rural del siglo XIX.
Frente a la iglesia se abre la calle Mercado, porticada a ambos lados por haber sido escenario desde la edad media de las ferias que darían fama a la localidad, y que alberga algunos ejemplos destacados de viviendas, como “casa Sagarreta”. Cualquiera de las calles (Enado, Horno, ángeles o Goya) que desde el centro urbano ascienden, nos llevarán a los vestigios en torno a la antigua muralla: el torreón de los Foces (hoy dedicado como Centro de Interpretación al Dance de Sariñena) y la Fuente de Villanueva.
Además, numerosos parques urbanos nos permitirán tomar un descanso, como el ubicado en la plaza del Hospital (antiguo convento del Carmen); el de la Plaza Mezín o el parque de la Paz (avenida Fraga).
A apenas 1km de la localidad, cruzando el puente sobre el río Alcanadre en dirección Lastanosa, la ermita de Santiago y su entorno recuperado supone el mejor mirador sobre Sariñena. El edificio, levantado en torno al siglo XIII, formaba parte de uno de los ramales del camino jacobeo catalán, albergando un hospital de peregrinos. A su lado se ha recuperado un pozo de hielo (siglo XVI) y una nueva cruz de término. El entorno, con arbolado y mesas, resulta idóneo para comer o descansar.
Fuera del término urbano, y situada a 8km, el monasterio de La Cartuja de las Fuentes espera al visitante para sorprenderlo con la historia del monumento y las pinturas de su iglesia, obra de fray Manuel Bayeu. Con pases de visita guiados y gratuitos sábados y domingos, a las 11.00 y a las 12.30 horas, su visita es un imprescindible del Alto Aragón.
La visita a Sariñena no puede terminar sin disfrutar de su repostería y productos cárnicos, reconocidos con premios nacionales. Así, madalenas, farinosos, “cartujos” o “bayeus” para los amantes del dulce, pueden conjugarse con chorizos, longanizas o morcillas elaborados en base a antiguas recetas familiares, transmitidas durante generaciones.