Sariñena tiene una piscina que mide 33 metros. Ni 25 ni 50. Hace 14 años, este dato era lo único que sabía con certeza de la capital de Los Monegros. La natación era mi deporte y en varias ocasiones, había estado allí compitiendo.
En este día 10 del confinamiento, echo de menos Sariñena. Allí me inicié como periodista. Obtuve mi primer empleo en Radio Monegros. Y, a través de sus micrófonos, lo supe todo, gracias a la participación de compañeros, colaboradores y amigos. La lista es larga: Elena, Gemma, Jesús, José Antonio, Pablo, Pilar, Sergio, Salvador, Alberto, Ramiro…
A los 33 metros de la piscina, ahora puedo sumar otras cifras de memoria. Por ejemplo, sé que La Laguna de Sariñena forma parte de la ruta migratoria de 150.000 aves y que La Cartuja de Las Fuentes conserva unos 2.000 metros cuadrados de pinturas murales de fray Manuel Bayeu. También conozco el canto del avetoro, el sonido de la gaita de Martín Blecua o la voz del jotero José Antonio Villellas.
El coronavirus ha golpeado a la residencia municipal de Sariñena. De momento, ya han sido confirmados cuatro positivos. Aunque la situación genera preocupación e inquietud, Sariñena ha respondido con unión, trabajo y solidaridad.
Trabajadores municipales, vecinos y concejales se han remangado para confeccionar elementos de protección, desde mascarillas hasta batas o pantallas. Y es que esta guerra necesita de escudos. Las empresas locales han donado material y ofrecido sus servicios.
El ayuntamiento ha llamado uno a uno a los vecinos más vulnerables, especialmente personas solas o de baja movilidad, a las que ofrecen gestionar sus compras de medicamentos y alimentos. Otros los reparten puerta a puerta. La residencia municipal ha reforzado su plantilla, con hombres y mujeres valientes que están librando una feroz batalla.
Mi hija Ixeia tiene una pupila de cada tamaño. Anisocoria fisiológica, se llama. Nada importante, como el que tiene un ojo verde y otro marrón. O eso dijo el primer especialista. La actual situación nos obligó a suspender la cita prevista con el oftalmólogo.
Cuando sea algo más mayor, y conozca el sonido del avetoro, haya visto el esplendor de los frescos de Bayeu o haya escuchado la gaita en Sariñena, le contaré que tiene la facultad natural de ver la realidad desde dos prismas diferentes. A través de la pupila pequeña, puede ver las cosas malas de este mundo, como los positivos en coronavirus de la residencia, y, a través de la pupila grande, las hermosas, como la generosidad con la que han respondido los vecinos de Sariñena.
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