Aunque aún se define a veces como forastera, María José Chinestra demuestra pasión y arraigo por Los Monegros. Hace 21 años buscaba un espacio en el que pintar y lo encontró en Frula. Su estudio se convirtió en su refugio y finalmente, en su hogar. Aquí tiene su propia empresa de enmarcación, Marcoprecortado.fr, una labor que compagina con talleres y clases de pintura.
La artista ama la tranquilidad del medio rural. «Y cada vez más», dice. También el contacto directo con la naturaleza. Adora dar paseos por el entorno de la localidad y además, suele dormir con la ventana abierta para escuchar el bullir de los pájaros más allá incluso de los calurosos días de verano. «Aquí estoy bien; feliz y satisfecha», señala, abriendo los brazos al hablar, como el que se sienta en la cabecera de una gran mesa e invita al resto a unirse al banquete. Y es que así se siente; dichosa y generosa. Por su casa, pasan amigos y conocidos, a los que invita a descubrir las bondades de Los Monegros. María José Chinestra se ha convertido en una gran embajadora del territorio.
Antes de recalar en Frula, residió en la ciudad de Huesca, a la que llegó en busca de un cambio. Y es que la artista en natural de Barcelona. «Nuestro objetivo era disfrutar de más tiempo en familia», explica, refiriéndose al deseo que compartía con su marido, Ángel. La pareja ya tenía a sus dos hijas y trabajaba en una empresa familiar dedicada a la enmarcación. «El día a día era muy exigente, con muchas horas de trabajo; sentía que el tiempo pasaba sin darnos cuenta y tenía la necesidad de parar», señala Chinestra. Su marido buscó un trabajo de comercial en el sector de la enmarcación y solicitó una zona más tranquila en la que desarrollar su labor. La pareja tenía varias opciones sobre la mesa: Aragón, Navarra o La Rioja. Y, finalmente, dada su cercanía con su lugar de origen, se mudaron de Barcelona a Huesca.
El traslado de la capital oscense a Frula fue algo paulatino y natural. «Al principio, solo venía a pintar y después, compaginaba las horas de estudio con clases de pintura a unos niños que ahora ya rozan los 30 años. La gente del pueblo se enteró de que estaba aquí, me lo ofrecieron y acepté», explica Chinestra. Al poco tiempo, surgió la oportunidad de comprar una nueva vivienda y no se lo pensó demasiado, ya que «era lo que siempre había deseado, disponer de un espacio amplio y tranquilo», añade.
Aprovechando las posibilidades de los pueblos de colonización, su vivienda cuenta con espacio al aire libre así como taller y estudio. La fachada incorpora varios murales realizados a través de una serie de talleres compartidos con los niños de la localidad. Tuvieron lugar en el marco de sus recuperadas fiestas de San José de Pignatelli y se inspiran en cuadros de famosos artistas, entre ellos, la habitación de Van Gogh.
La actividad es solo un ejemplo de la implicación de la artista con la vida social y cultural de Frula. Se trata de una de esas personas siempre dispuestas a hacer pueblo, a través de su buen hacer con los pinceles o echando una mano dónde haga falta. De hecho, al poco tiempo de llegar a la localidad fue nombrada presidenta de la asociación local de mujeres.
De su ciudad natal, lo único que echa de menos es el mar, dice. «No me gusta tumbarme en la playa a tomar el sol; pero sí pasear por la arena, tocar el agua y disfrutar del olor a sal», subraya. Los colores mediterráneos abundan en sus cuadros. La artista podría englobarse en el estilo figurativo-expresionista.
A lo largo de su trayectoria como artista, Chinestra ha realizado varias exposiciones individuales y colectivas. En la provincia de Huesca, una de las primeras fue exhibida en La Casa del Pintor y salió de su recién estrenado estudio en la localidad de Frula. Las obras estaban inspiradas en Gaudí. La pintora también ha mostrado su buen hacer en el aeródromo de Tardienta, Canfranc, Monegrillo, Alberuela de Tubo, Lalueza, Barbastro, Robres o el Museo Provincial de Huesca. Sus cuadros han viajado además hasta Zaragoza, Teruel o Tarbes.
Para ella, la pintura es algo terapéutico, una forma de ser y estar, de comunicarse y dejar fluir sus emociones. Ahora, busca agarrarse a una nueva motivación y valora realizar una nueva exposición. También ojea orgullosa los cuadros pintados por sus jóvenes alumnos de Frula. «Son muy bonitos; también podríamos exponerlos», señala.
Frula, el orgullo de un pueblo de colonización
Dentro de Los Monegros, Frula fue el primer pueblo de colonización en poblarse. Su fundación tuvo lugar en 1958. La localidad fue diseñada por el arquitecto madrileño Francisco Hernán y a diferencia de otros pueblos cercanos, está dominada por el ladrillo, uno de sus signos de identidad, junto a la iglesia o la plaza porticada.
Aunque sin ser ajena al fenómeno de la despoblación, se trata de una localidad viva, con una gran actividad y servicios de calidad. A lo largo del año, organizan diferentes eventos como un duatlón cross, campamentos de verano, una cicloclásica o quedadas de BTT, gracias a sus amplios equipamientos deportivos y de ocio. También cuenta con un albergue y un bar-restaurante. A ello, de forma reciente ha sumado la recuperación de una zona de pinar anexa al pueblo, con senderos, zona de merenderos, juegos infantiles, elementos de calistenia o una tirolina infantil.
Durante este último verano, fue una de las localidades incluidas en el nuevo campamento itinerante puesto en marcha por la Comarca de Los Monegros, a través del Plan Corresponsable. La actividad fue desarrollada por la empresa Hozona y contó con alrededor de 40 niños inscritos, que se dividieron en dos turnos. En cada uno, recorrieron seis municipios diferentes, donde hacían noche y disfrutaban de diferentes actividades, lo que, además de favorecer la convivencia y desarrollo personal de los inscritos, les llevó a conocer mejor su propio territorio.