Doña Sancha fue una de las reinas más importantes de la Corona de Aragón y, sin embargo, es una desconocida para el gran público. Era una infanta castellano-leonesa, hija del emperador Alfonso VII y de una princesa polaca, Doña Rica de Polonia. Aunque no ha podido determinarse con exactitud la fecha, la Reina Doña Sancha nació entre 1154 y 1157 y fue educada en el Reino de León.
Hasta Aragón, la conduce la política de alianzas matrimoniales de los reyes de la época. Antes de su muerte, Alfonso VII había prometido a su hija en matrimonio con el primogénito de Ramón Berenguer IV y Doña Petronila de Aragón, Alfonso II ‘El Casto’, también llamado el ‘Trobador’. En este punto, cabe recordar que Ramón Berenguer IV, Conde de Barcelona, gobernó en nombre de su esposa pero nunca fue Rey de Aragón.
En total, Alfonso II y Doña Sancha gobernaron durante 22 años en Aragón, desde su matrimonio en el año 1174 y hasta la muerte del rey aragonés, que tuvo lugar en 1196. En ese periodo, al contrario que otras reinas, Doña Sancha se involucró en los asuntos del reino.
Relación con Los Monegros
Doña Sancha, que por su fervor religioso será conocida como ‘la reina santa’, fue la fundadora del Real Monasterio de Sijena en el año 1188. Al igual que otros enclaves de la época, el lugar elegido se relacionaba a un suceso milagroso, lo que unido a otros factores sociales, políticos y económicos motivaron la creación del cenobio. En concreto, entre otros aspectos, esta zona constituía un importante nudo de comunicaciones, ya que conectaba centros urbanos de gran relevancia de la Corona de Aragón como Lérida, Huesca y Zaragoza. El marcado carácter de gobernanza de la reina contribuyó a que el monasterio, además de enclave de interés religioso, acabase convertido en la Corte de Doña Sancha y por lo tanto, en un emblema político de la Corona de Aragón.
Doña Sancha, que ejercerá como priora, funda el monasterio apoyándose en la orden de San Juan de Jerusalén, también conocida como la “Orden de Malta”. Descarta a la orden del Temple, a pesar de ejercer una gran influencia en la zona, entre otras razones, porque esta última era más reacia a fundar monasterios femeninos. La reina quería aglutinar el patrimonio existente alrededor del cenobio y, a estos efectos, intercambió las iglesias de los pueblos de Sena y Sixena, que pertenecían a la orden del Temple, con el Castillo de Santa Lecina y todos los derechos de los Hospitalarios en Pueyo de Monzón. De esta manera, toda la zona quedaba bajo el dominio del monasterio de Sijena y, al mismo tiempo, de la Orden de San Juan de Jerusalén.
La reina, adelantándose al momento de su muerte, quería asegurar la autonomía del cenobio respecto a la orden de San Juan de Jerusalén, lo que explica que en los años previos a la fundación del monasterio tuviesen lugar importantes negociaciones entre la Corona y los máximos representantes de la Orden de Malta. En este sentido, se llegó a un equilibrio de poderes a la hora de decidir sobre la elección de la priora o la entrada de monjas o frailes. Un ejemplo de ello, según algunos documentos que se conservan en el Archivo Provincial de Huesca y en el Archivo Histórico Nacional, las monjas decidían quién era la priora y el Castellán de Amposta, es decir, el máximo representante de la Orden de Malta únicamente tenía que ser consultado. Obviamente, mientras vivió la reina, era ella quien elegía a las prioras, una manifestación más del poder de esta reina y de su deseo de garantizar la máxima autonomía en las decisiones internas del monasterio.
Según apreciamos en los documentos antes mencionados, se consiguió un equilibrio entre las funciones de la priora y el capellán de Amposta, que jerárquicamente estaba por encima de ella, si bien la casa de Sijena gozó siempre de una gran autonomía e independencia frente a éste ultimo. A lo largo de la historia, esta situación fue origen de constantes tensiones entre ambas figuras hasta el punto que otros dignatarios de la Orden de Malta tuvieron que dirimir algún que otro conflicto.
Tras la muerte de Alfonso II en el año 1196, el poder de la reina Doña Sancha fue incluso superior, especialmente cuando decidió, por la situación política y el carácter impetuoso de su hijo, Pedro II, ejercer su derecho de regencia durante cuatro años.
Según algunos historiadores, el papel de la reina fue muy importante en la unión de los reinos cristianos existentes en la península. En concreto, un año antes de su muerte, el rey Alfonso II organizó una peregrinación a Santiago de Compostela con el objetivo de crear una gran alianza entre los reinos cristianos peninsulares, lo que permitiría presentar un frente común ante el poder sarraceno y dar continuidad a la Reconquista. Para ello, se entrevistó con los reyes de Castilla, Navarra y Portugal. Sin embargo, el rey aragonés falleció un año después y, según diversos estudiosos, fue la reina Doña Sancha la que dio continuidad a su trabajo y logró materializar la alianza cristiana que fue clave en la victoria de la batalla de las Navas de Tolosa (1212) frente a los musulmanes, que sería decisiva para el posterior dominio cristiano sobre todo el territorio peninsular. En ella, Pedro II se erigirá como uno de los grandes héroes cristianos de la Reconquista.
En los años posteriores a su regencia, Doña Sancha, que falleció en 1208, desempeñó un importante papel en el Reino de Aragón. La notable labor de la reina trascendió las fronteras y, como ejemplo, puede apuntarse el hecho de que el Papa Inocencio III la invitase a desempeñar otra regencia en Sicilia. Asimismo, dentro de su política de alianzas europeas, cabe recordar que casó a su hija Leonor con el Conde Raimundo de Tolosa y a su hija Constanza con Federico II de Sicilia. Doña Sancha se caracterizó también por su preocupación en la contención de las herejías que penetraban desde el sur de Francia en el Reino de Aragón, tal y como demuestra la correspondencia que ésta mantuvo con el Pontífice romano Inocencio III.
Tras su muerte, Doña Sancha fue enterrada en el monasterio de Sijena, lugar en el que recibió sepultura también sus hijas Leonor y Dulce, y posteriormente, hacia 1217, su hijo Pedro II “El Católico” tras caer en la batalla de Muret (12 de septiembre de 1213) y ser derrotado por los cruzados de Simón de Monfort.
El mausoleo de la reina se conservó hasta el año 1936-37 y, en ese fatídico periodo, los sepulcros de doña Sancha, de Pedro II y de las infantas Leonor y Dulce fueron profanados por tropas republicanas. Nos han llegado testimonios de que la momia de la reina Sancha fue paseada por las calles de Villanueva de Sijena y de Sena, y finalmente arrojada tras la tapia de un corral en Sena, desde donde habría sido trasladada al cementerio de dicha localidad, sin que en la actualidad se sepa en qué lugar fue enterrada. Triste final para una reina de carácter que marcó toda una época y a la que se debería honrar y recordar el día de su onomástica.
Sergio Baches