A raíz de la pandemia, y del nacimiento de su hija, Azahara, María Barcos tomó la decisión de regresar a su pueblo, Lanaja, donde ha emprendido un nuevo proyecto laboral y de vida. Tras 20 años de experiencia, ha abierto las puertas de una peluquería diferente, que está basada en el uso de productos naturales y que ofrece aromaterapia, masajes e, incluso, un juego de chakras. También cuenta con una terraza chillout.
La emprendedora está satisfecha con la marcha de su negocio y con su cambio de vida. Antes, junto a su pareja, Aitor Abadías, también natural de Lanaja, residía en Zaragoza y después, en Huesca. «La pandemia nos hizo reflexionar y nos trajo de vuelta. Ambos queríamos que la niña disfrutara de una infancia similar a la nuestra», explica Barcos. «Yo era de las que no se veía volviendo al pueblo y ahora, ya no lo cambio por nada; aquí es donde deseamos estar», subraya.
El diseño de su negocio llevaba años bullendo en su cabeza. También su filosofía, gracias a su propia experiencia y a los viajes realizados, en los que visitaba salones diferentes e inspiradores. La decoración es cálida y actual, una mezcla de rústico y moderno, con vigas a la vista y plantas colgantes.
«No he tenido que darle muchas vueltas. Tenía muy claro que deseaba ofrecer un servicio diferente y atractivo; una verdadera experiencia», explica. Y lo ha conseguido. El mejor ejemplo es la zona de los lavacabezas, con luz tenue y música relajante.
«La firma con la que trabajo se distingue por los rituales asociados, lo que te lleva a ofrecer un trato cuidado y cercano. Yo estoy con la clienta que viene a hacerse color, corte y secado desde que entra y hasta que se va; no cojo a nadie en medio. Durante los primeros minutos, escucho y asesoro y después, pasamos al color o el corte, dependiendo del cambio elegido. Les ofrezco un café o una infusión, con productos de la misma firma, y durante la exposición del color, llevamos a cabo el juego de chakras. Después, una vez en el lavacabezas, llega el momento del masaje en las manos con el aceite esencial del aroma elegido», detalla. «El objetivo es que se vaya guapa y relajada, habiendo disfrutado de un tiempo dedicado a ella», añade. Y la experiencia está gustando.
Con la llegada de la primavera, la emprendedora, de 38 años, espera sacar más partido a la zona exterior, de estilo chillout y privada. Allí, además de disfrutar de un té, café o infusión, los clientes podrán relajarse o recibir un corte de pelo. La peluquera está especializada en novias e invitadas, incluyendo la posibilidad de desplazarse con el fin de peinar y maquillar a domicilio.
«La experiencia está gustando. La gente se va contenta y repite», explica Barcos, que ocupó un antiguo local bancario. Aunque las obras fueron largas, asegura que ha merecido la pena al ver su sueño materializado.
El nombre de su peluquería –María Velero- es un guiño a su infancia. «De pequeña, y por mi apellido, mis amigas me llamaba Vele, de Velero, y me pareció que podía encajar, ya que me encanta la playa y además, la decoración es muy mediterránea», concluye, feliz de haber vuelto al lugar en el que creció, rodeada de familiares y amigos.