Nuria Montull, natural de Sena, ha ayuda a derribar una barrera de género. Hace diez años, se convirtió en la primera mujer que tocó la gaita en el grupo local de dance. Y, una década después, tres de sus alumnas han seguido sus pasos.
La anterior alcaldesa del pueblo, Rocío Sanz, siempre decía: «En Sena, le damos una patada a una piedra y salen 20 artistas». ¿A qué se debe?
Tiene relación con el deseo de conservar nuestras tradiciones. Sena tiene un rico patrimonio musical y conserva antiguas melodías. Tenemos dance, rondalla, coro, grupo de tambores… Aquí el folclore se mama desde la cuna y darle continuidad es algo casi natural, especialmente cuando hablamos del dance, donde la gaita es el instrumento de referencia. La mayoría soñamos desde pequeños con formar parte del grupo.
Entonces, ¿siempre quiso tocar la gaita?
La gaita, la guitarra, el piano… Amo la música. A los cuatro años, mi madre me metió en la rondalla a cantar y bailar, aunque yo lo que quería era aprender a tocar la guitarra, y finalmente, lo hice de la mano de Miguel Ángel Gerbás. Después, y mientras avanzaba con mis estudios de conservatorio, aprendí a tocar la dulzaina y la gaita. Primero, con Eduardo Plana y después, con Mario Gros y Rafael García Hermoso en la Escuela Municipal de Música y Danza de Zaragoza. Además, siempre he contado con las enseñanzas de Pilar Monter. Para mí, es toda una inspiración.
Y de discípula a maestra…
Sí, ahora soy yo la que enseña a tocar la gaita y la dulzaina en Sena. Para mí, es un orgullo transmitir lo que sé y seguir creando cantera. Tengo una veintena de alumnos, casi todos niños y niñas del pueblo.
Son muchos. Y más para un pueblo de menos de 500 habitantes. Durante el curso anterior, la Escuela de Música y Danza de Zaragoza ronda los 60 de gaita.
Aquí ya digo que soñamos desde pequeños con tocar la gaita. Y eso se nota. Son alumnos muy entregados. Para mantener su interés, apuesto por clases muy dinámicas. Aunque dedicamos una parte al estudio del lenguaje musical, han podido comenzar muy pronto con el instrumento y aprender melodías por imitación. Mi máxima es elevar sus ganas de actuar y hacerles partícipes de la vida cultural del pueblo. No busco la perfección. Ya la irán alcanzando con el paso del tiempo y las horas de ensayo. Para mí, lo importante es alimentar su ilusión.
En las últimas fiestas de Sena, cuatro de sus alumnos -tres chicas y un chico- debutaron tocando la gaita en el dance.
Para la localidad, fue un hito importante y para mí, un orgullo enorme. Sentí una gran emoción. Marian, Vera y Clara hicieron sonar sus gaitas y además, Alejo, el cuarto, también se estrenó como volante. Al llegar a la iglesia, y verme rodeada de mis alumnas, no pude aguantar las lágrimas. Sentí que había aportado algo grande y maravilloso al pueblo.
Usted abrió camino. Hace casi diez años, se convirtió en la primera gaitera del dance de Sena. ¿Qué significó?
Al principio, costó; ahora, ya está aceptado. A nivel local, yo creo que mi presencia ha ayudado a derribar una barrera de género y ha abierto la puerta a la incorporación de nuevas gaiteras. Y eso me enorgullece. Por suerte, cada vez somos más. De hecho, no soy la única gaitera que acompaña al dance en Los Monegros.
En Sena, solo danzan hombres. ¿Le gustaría que eso cambiara?
Los actuales integrantes llevan décadas realizando una gran labor, pero creo que las mujeres podrían formar parte del grupo y sumar a esta tradición. A mí, me gustaría.
¿Qué siente cuando hace sonar la gaita?
Al tocar la gaita siempre he sentido que su interpretación era algo innato en mí. Me conecta con mis raíces, con mi esencia, con algo que llevo dentro. Se trata de un sonido ancestral, familiar, y por supuesto, es sinónimo de alegría y fiesta.