Sara Pareja y Jesús Bolea comparten un mismo proyecto de vida. Y no solo por el hecho de estar casados o tener dos hijas en común. Ambos creen que calidad de vida es sinónimo de un medio rural vivo y para conseguirlo, son conscientes de que cada uno de sus habitantes debe sumar. La pareja es un buen ejemplo de lo que significa hacer pueblo y vivir en comunidad.
«Hay que salir, socializar y en la medida de lo posible, gastar». Así resume Jesús Bolea, natural de Robres, el estilo de vida que uno debe adoptar si desea mantener viva su localidad. También hay que estar dispuesto a arrimar el hombro e implicarse en el tejido asociativo. Y lo dice desde el ejemplo. De hecho, además de involucrarse en las actividades que se organizan y apostar por los establecimientos locales, es delegado del equipo local de fútbol, que este año ha hecho historia al colocarse en el play off de ascenso a Segunda RFEF. También formó parte durante muchos años del grupo local de dance.
Su mujer, Sara Pareja, apuesta por la misma filosofía de vida. Hace cuatro años, cogió las riendas de la biblioteca municipal, con el objetivo de reactivar este servicio y dinamizar el ambiente cultural. Además de abrir sus puertas con regularidad, organiza talleres, cuentacuentos o teatraliza textos infantiles. Durante la época estival, traslada además sus actividades a la piscina municipal. Y todo con mucho esfuerzo, ya que sigue manteniendo su trabajo en una empresa situada en Sariñena.
Aunque es natural de La Cala del Moral (Málaga), Sara Pareja asegura sentirse una monegrina más, por el ambiente familiar y por la cercanía que siempre le han demostrado los vecinos de Robres. «Me ha sido sencillo adaptarme, ya que se trata de un pueblo acoger y vivo, con servicios y actividades. Me gusta vivir aquí», señala.
Tras casarse, Sara y Jesús decidieron fijar su residencia en Robres, aunque entonces los dos trabajaban en la ciudad de Huesca y por lo tanto, debían desplazarse a diario. No obstante, estaban convencidos de querer formar parte de una comunidad rural y poder disfrutar de todas sus ventajas. Dentro de ellas, destacan la posibilidad de que sus dos hijas disfruten de una infancia «inolvidable y feliz». «Aquí tienen mucha libertad, entran y salen, juegan y corren por las calles, y además, tienen relación con niños de diferentes edades», indican. También subrayan la posibilidad de disfrutar a diario del contacto con abuelos, tíos y primos y a nivel educativo, coinciden en la ventaja que supone recibir una atención casi personalizada, con aulas de entre diez y doce alumnos de diferentes niveles. Ambos se muestran satisfechos con las ventajas que ofrece la escuela rural. «El pequeño aprende del mayor y el mayor del pequeño», dicen, conscientes de que esa convivencia favorece competencias como la paciencia, la cooperación o la solidaridad.
El medio rural también favorece la conciliación, gracias a la red de apoyo vecinal y familiar. Con dos hijas de 12 y 7 años, los abuelos han jugado un papel fundamental. También la hermana de Jesús. «Hemos tenido siempre mucho apoyo y además, ellas han estado encantadas», explica.
La crisis sanitaria del covid-19 también ha puesto en valor otros positivos aspectos del medio rural, especialmente la posibilidad de disfrutar de espacios más amplios y en contacto con la naturaleza. Durante la pandemia, Pareja también ganó en lectores, ya que fueron varios los vecinos que comenzaron a disfrutar de este hábito siguiendo sus recomendaciones.
Ahora mismo, el matrimonio trabaja en la misma empresa, Cuartesa, donde desarrollan roles diferentes. Para Bolea, el futuro de los pueblos pasa por el asentamiento de la mujer y para ello, es necesario crear empleo femenino de calidad, ya que la mayoría tienen que desplazarse y al final, cuando los hijos crecen y salen a estudiar fuera, arrastran al resto. «Si la mujer ya trabaja en la ciudad y después, los niños también hacen el mismo trayecto para ir al instituto, son muchas las familias que optan por vivir en la ciudad», señala. A la creación de trabajo de calidad, Bolea suma la necesidad de fomentar el teletrabajo.
Para ella, el imaginario colectivo también juega en contra de los pueblos, ya que, según explica, muchas personas asocian el medio rural «con un lugar solitario y vacío». «Y no es así», subraya. Robres es un pueblo lleno de vida, con servicios de calidad y un gran número de actividades, gracias a la implicación y compromiso de sus vecinos y al apoyo incondicional del Ayuntamiento.
El fútbol es un ejemplo. Ahora mismo, hay dos equipos, lo que asegura que cada fin de semana haya partido. Y eso se traduce en una oportunidad de salir, relacionarse y disfrutar, explica Bolea. También es un instrumento más de identidad, comunidad y orgullo. «En la actualidad, con las plataformas digitales o los videojuegos, puede resultar apetecible quedarse en el sofá, pero si uno cae en esa dinámica deja de sumar y hacer pueblo», señala. «Hay que salir, relacionarse y en la medida de lo posible, gastar», insiste. «Si uno no sale al bar ni a las tiendas luego no puede lamentarse de que los cierren», subraya.
Actividad cultural y servicios
Al fútbol, se suman otras muchas actividades. De hecho, si por algo destaca Robres, es por su intensa vida cultural y mantenimiento del patrimonio: el grupo de dance y la trobada de gaiteros, una reconocida compañía de teatro y el Festival Internacional de la Oralidad mantienen la actividad a lo largo del año, ante la presencia de edificios destacados, como su monumental iglesia parroquial o el antiguo granero de primicias.
Además, cuenta con tres centros expositivos con puertas abiertas a visitantes, el Centro de Interpretación de la Guerra Civil en Aragón, el museo etnológico y la colección particular de Julio Maza, que reúne 4.000 piezas de oficios, ámbito doméstico y escolar, entre otros. Con relación al primer espacio, también cabe destacar la puesta en marcha de un curso de verano sobre recreación histórica organizado por la Universidad de Zaragoza.
El Centro de Interpretación de la Guerra Civil de Robres está gestionado por el área comarcal de Turismo y además, es el perfecto complemento a uno de los enclaves más visitados del territorio: las trincheras de la Ruta Orwell. El itinerario fue creado por la Comarca de Los Monegros en el año 2006. Hasta esa fecha, nunca antes se habían recuperado espacios o lugares de la contienda con un objeto cultural o turístico, lo que sembró un importante precedente y abrió el camino a otras iniciativas.
Y, precisamente, en el marco de su entorno, dominado por la sierra de Alcubierre, Robres guarda otros de sus encantos, entre ellos, los tradicionales “tambores”, típicas construcciones de los antiguos viñedos de la localidad, así como nuevas rutas señalizadas para disfrute de los ciclistas e integradas en el Centro BTT Sierra de Alcubierre.
Todo ello ha quedado recogido, junto con rutas por el entorno y otras curiosidades, en una guía turística que acerca al visitante todos los encantos de uno de los pueblos con más personalidad de Los Monegros.
Otro de sus focos de atracción está en su gimnasio-spa, que, además de una amplia sala de máquinas y diferentes actividades, incluye la única piscina climatizada del territorio.