Hoy es el Día Internacional del Migrante. La fecha anima a reflexionar sobre los retos a los que se enfrentan aquellas personas que deciden dejar su país de origen en busca de una vida mejor. En Los Monegros, hay cientos de historias por conocer como las protagonizadas por Adriana Dulcinatu, de origen rumano, y Bader El Ouali, nacido en España, pero hijo de padres migrantes. Ambos regentan su propio negocio en Sariñena.
Adriana nació en Rumanía y residió ahí durante su infancia. Pasaba largas temporadas de vacaciones en Roma, donde vivía su tío, y volvía a su país enamorada de la cultura y las tradiciones italianas. Con 16 años, decidió hacer las maletas y trasladarse al país alpino, en busca de nuevos propósitos de vida. Esos planes se convirtieron en 15 años de vivencias y nuevas oportunidades, pero echando de menos una parte muy importante de su vida: su familia.
Sus padres residían en Sariñena y fueron el principal motivo para tomar la decisión de trasladarse definitivamente a la capital monegrina. Lo hizo hace nueve años, cuando se enteró del traspaso por jubilación de una peluquería de la localidad. «Mi tía tenía un bar al lado de esa peluquería y yo, cuando iba de vacaciones, me cortaba el pelo ahí. Me dijeron que la dueña se jubilaba y cogí el traspaso por teléfono», explica la emprendedora.
Afirma haber vivido unos comienzos duros. Tuvo que lidiar con adaptarse a una nueva cultura y encontrar una clientela fija para sacar su negocio adelante. Al cabo de los años, Adriana regenta dos peluquerías (peluquería Adriana), una en Sariñena y otra en Castelflorite, donde residen sus padres, que ya llevan 24 años en territorio monegrino. Además, es madre de dos hijos.
Salir de tu zona de confort, adoptar nuevas costumbres y tener un medio de vida en un lugar desconocido es una mochila con la que cargan las personas migrantes. «Cuando llegas a un lugar nuevo, no te queda otra más que integrarte, aunque siempre existe un sentimiento de añoranza. Tengo la nacionalidad rumana porque no quiero perder mis raíces, pero estoy totalmente integrada en la sociedad y mi deseo es seguir echando raíces en Sariñena y continuar con mi negocio. Mis hijos, que nacieron aquí, también tienen nacionalidad rumana, y a su mayoría de edad podrán decidir con cuál quedarse», explica.
Diferentes vidas con un mismo propósito: echar raíces en Los Monegros
Mientras las primeras generaciones de inmigrantes mantienen muchos aspectos culturales y sociales de su lugar de origen, el desapego es mayor en las segundas generaciones. Bader El Ouali es un buen ejemplo.
El joven, que nació en el hospital San Jorge de Huesca hace 21 años, sigue adoptando algún aspecto de la cultura de sus padres. No obstante, y según explica, ellos han dejado de ser el modelo a seguir. «Quiero echar raíces en Sariñena y vivir aquí, que es donde he nacido y me he criado. Tengo aquí a todos mis amigos de la infancia y a la gente con la que he crecido, además de mi familia», comenta.
Su padre llegó a Sariñena a finales de los años 80 en busca de una vida mejor. Trabajó unos años en Tardienta y casi 20 como camionero. Cuando creó la base de lo que sería la vida en España, decidió traer a su mujer y, después, nacieron Bader y sus tres hermanos. «En Marruecos la vida es muy complicada, no hay tanto trabajo y no hay calidad de vida, los salarios no se ajustan a lo que cuesta el día a día. Por ejemplo, allí un Guardia Civil cobra 400 euros. El principal problema es que la vida es igual de costosa que en Europa, pero los salarios son más bajos, la gente vive justa», cuenta el joven.
Como comenta, la integración de sus padres fue muy sencilla. Fueron de los primeros marroquís en llegar a la zona. «Todo el mundo quería ayudarles, mi padre ya llevaba tiempo trabajando y mi madre se integró con facilidad, aprendió el idioma muy rápido. Ahora las cosas han cambiado, son más los inmigrantes que hay y la gente tiende a generalizar. Si ven en las noticias que un marroquí ha hecho algo malo, piensan que son todos iguales», explica.
Bader creció y estudió en Sariñena pero, según afirma, su integración fue complicada. «Tengo rasgos físicos marroquís, aunque yo sea español. Eso ha hecho que costase que me diesen ciertas oportunidades, te tienes que ganar más las cosas».
De pequeño tenía un sueño, tener su propio negocio, algo que se materializó hace un año con la adquisición de un local para abrir su barbería.
«Llevo cortándole el pelo a mis hermanos desde los doce o trece años. Como económicamente en casa no íbamos muy bien, no podíamos permitirnos cortarnos el pelo siempre en una peluquería y se lo cortaba yo. Luego me llamaban los amigos de mis hermanos y mis propios amigos. Nunca les cobraba, lo hacía por afición. Hace cuatro años me compré una máquina buena, empecé llamando a amigos y conocidos, les invitaba a merendar en mi casa y así fui cogiendo experiencia», comenta el joven emprendedor.
Cuando se enteró del cierre de una peluquería en Sariñena, empezó a plantearse la opción de poder cumplir su sueño. «Enseguida lo tuve claro, quería echar raíces en Sariñena, mi pueblo, así que me lancé a abrir mi negocio», explica.
Actualmente, Bader regenta la barbería Studio Barbershop Bader y, además, lo hace sin dejar sus estudios. De hecho, cursó el Grado Medio de Laboratorio Químico en Huesca y en la actualidad, compagina la atención de su negocio con las prácticas. Por la mañana, atiende las prácticas y por la tarde, la barbería.
Los procesos de integración en el nuevo país pueden ser, por lo general, difíciles. Adriana y Bader coinciden a la hora de darle un consejo a alguien que pueda estar en su misma situación: vivir mirando hacia delante, sin rencor y luchar por una vida mejor.