A Bárbara Herguido, agente de la Guardia Civil destinada a Sariñena, todavía se le eriza el bello de los brazos cuando recuerda los detalles de lo sucedido hace ya varias semanas cerca de Albalatillo, donde una menor había sufrido una convulsión febril y requería de atención urgente. La agente y su compañero, Fernando Bravo, fueron los primeros en socorrerla.
Todo ocurrió el pasado 23 de febrero sobre las 12.30 horas. La pareja estaba de servicio cuando recibió el aviso de la central, indicando que una menor sufría asfixia por un posible atragantamiento. Los agentes se dirigieron de inmediato a la localidad de Albalatillo, situada a tan solo 7 kilómetros, y antes de llegar, justo a la entrada, vieron un turismo que intentaba llamar su atención. En su interior, estaban la menor y su abuela. La mujer, que estaba sola con la niña, había salido a la calle en busca de ayuda. A su llamada, acudió un vecino, que llamó a los servicios de emergencia y optó por desplazarlas de inmediato al centro de salud de Sariñena.
«La abuela salió del coche y me entregó a la niña», explica Herguido. Aunque en ese momento lo desconocían, Triana, de año y medio, estaba sufriendo una convulsión febril derivada de una infección en la garganta. Un cuadro clínico que puede resultar muy aparatoso y paralizar a los que lo presencian. «Solo vimos que no respondía y de inmediato, decidimos actuar», detalla la agente, relatando que la niña se encontraba desmadejada y seminconsciente.
Atendiendo al aviso recibido, la pareja procedió a practicarle la maniobra de Heimlich y en el segundo intento, la niña expulsó la mucosidad que obstruía sus vías respiratorias y comenzó a reaccionar. «Unimos nuestros brazos, con el fin de sostenerla con mayor seguridad, ya que era algo mayor a un bebé, y de este modo, realizar de forma correcta el procedimiento», señala Herguido. «En aquel momento, uno ni siquiera piensa, solo actúa, poniendo en práctica sus conocimientos. De forma literal, su abuela puso su vida en nuestras manos y por suerte, todo resultó bien», añade Bravo.
Al ver que los servicios sanitarios todavía no llegaban a la localidad, los guardias civiles decidieron subir a la niña y a la abuela en el coche patrulla e ir a su encuentro, lo que sucedió en la entrada de Sariñena. Todos los vehículos estacionaron y la niña fue atendida por los sanitarios. También la abuela, que, debido a la complicada situación, se encontraba muy nerviosa. Por precaución, la menor fue trasladada al Hospital Universitario San Jorge de Huesca, donde quedó ingresada en observación y acabó de recuperarse sin más complicaciones.
Los padres de la niña, que se encontraban trabajando cuando tuvo lugar el suceso, se muestran «muy agradecidos» por la labor desarrollada por los servicios de emergencia y en especial, por la rápida reacción de los agentes. También por su gran calidad humana. «Nos llamaron ese mismo día y después, han estado viendo a la niña. Su intervención fue vital», señala la madre de la menor, Mapi Mas, que les ha escrito una carta de agradecimiento.
Para ambos agentes, Sariñena es su primer destino como profesionales. Ambos tienen 26 años y son hijos de Guardia Civil. Bravo es natural de Teruel y Herguido, de Valencia. Los dos agentes estudiaron juntos en la academia de Valdemoro. Para ambos, haber podido participar en esta intervención «es un orgullo» y además, sirve para poner en valor la labor diaria del cuerpo de seguridad más cercano a la población del medio rural. «Nuestro objetivo siempre es el mismo: servir y proteger. Nosotros estamos aquí para ayudar al ciudadano y por ello, cuando las cosas salen bien, la felicidad es inmensa; este es el verdadero sentido de nuestra labor», subrayan.
Se da además la circunstancia de que los dos agentes son pareja. Bravo lleva año y medio en Sariñena, y Herguido, alrededor de seis meses. «Sin duda, será una de las cosas más bonitas -dice ella- que llegarán a ocurrirnos en nuestro trabajo, por el feliz desenlace y por haberlo hecho juntos».