Aunque nació en la ciudad de Zaragoza en 1740, el pintor fray Manuel Bayeu y Subías, cuñado de Francisco de Goya y Lucientes, puede considerarse monegrino de adopción al haber pasado gran parte de su vida en la Cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes, donde ingresó como cartujo siendo muy joven.
A través de la preservación de la correspondencia mantenida con el ilustrado y amigo de Goya, Martín Zapater, hemos podido conocer gran parte de la trayectoria vital del cartujo Bayeu. En concreto, las 69 cartas escritas de su puño y letra, que están fechadas entre los años 1775 y 1795, se conservan en el Museo del Prado (Madrid).
Bayeu ingresó en la orden cartuja, fundada por San Bruno, el día 3 de diciembre de 1760, es decir, a la edad de 20 años. Se trata de una de las órdenes religiosas más austeras y antiguas de la cristiandad, lo que nos lleva a pensar que era un hombre de una honda religiosidad. A través de la correspondencia mantenida con Martín Zapater, conocemos que Bayeu ingresa en la orden cartuja como “probante de donado”, que era la denominación que recibían los frailes que, aún sin cumplir todos los requisitos de la comunidad religiosa, eran aceptados bajo su amparo. Tras superar los diferentes grados, el pintor aragonés llegó a profesar como “hermano” doce años después. En este sentido, hay que diferenciar entre dos formas de vocación: los “padres”, que se corresponde con los ordenados sacerdotes y que viven la religiosidad de forma contemplativa, es decir, desde el silencio y la oración en su celda; y los “hermanos”, que, además de la dedicación a la oración, son los encargados de la intendencia del monasterio.
Fray Manuel Bayeu tuvo tres hermanos: Francisco y Ramón, que, al igual que el primero, destacaron por su trayectoria pictórica; y Josefa, que se casó con Francisco de Goya. Aunque se carece de documentación, se cree que fray Manuel Bayeu colaboró con su hermano Francisco en el proyecto pictórico de la basílica del Pilar de Zaragoza.
En Los Monegros, fray Manuel Bayeu trabajó en edificios religiosos de Lalueza, Leciñena y Villanueva de Sijena. En Lalueza, se encargó del proyecto arquitectónico y decorativo de la capilla de San Pedro Arbués, que se encuentra en el interior de la iglesia parroquial. Se conservan las imágenes de las pechinas, representando alegorías de la caridad, la fortaleza, la paciencia y la religión, así como una “gloria” en la cúpula truncada.
En el Real Monasterio de Santa María de Sijena, Bayeu pintó una serie de retratos de las sucesivas prioras del cenobio, que fueron fechados en 1795 y que estaban colocados en el llamado Palacio Prioral, saqueado y quemado por tropas leales a la II República en 1936.
En el año 1797, Bayeu se traslada al Santuario de la Virgen de Magallón (Leciñena) y decora las bóvedas y muros del enclave con un ciclo pictórico dedicada a la Virgen. En este caso, las obra también está hoy desaparecida.
Al margen de estas actuaciones, la obra más extensa y representativa del pintor cartujo se encuentra en la Cartuja de Nuestra Señora de Las Fuentes. En este caso, se conservan aproximadamente 2000 metros cuadrados de pinturas al fresco, algunas de ellas muy dañadas, gracias a la pasividad de sus propietarios y de las instituciones culturales y de patrimonio aragonesas. Además, el Museo de Huesca guarda una serie incompleta de 17 lienzos apaisados que narran episodios de la vida de San Bruno y que fueron arrancados de las galerías interiores.
El cartujo Bayeu también desarrolló una importante labor pictórica en otros edificios aragoneses, entre ellos, en las catedrales de Huesca y Jaca o en el casón del Barón de Valdeolivos, en la localidad oscense de Fonz. De igual modo, Bayeu se trasladó a Cataluña en el año 1796 con el objetivo de trabajar en la decoración de la cartuja Scala Dei. A raíz de la desamortización de Mendizábal, sus moradores dejaron el monasterio y la obra del pintor desapareció.
La etapa final de Bayeu se sitúa en Mallorca. Allí fue enviado por sus superiores con el fin de decorar el mural de la iglesia de la cartuja de Valldemosa, que le ocupó durante dos años, de 1804 a 1806. En Mallorca, entabló amistad con un gran ilustrado, Gaspar Melchor de Jovellanos, que se encontraba exiliado por orden de Carlos IV en el castillo de Bellver. En concreto, nos han llegado las trascripciones de siete de las cartas del propio Jovellanos enviadas a Bayeu.
A pesar de su condición de cartujo, su oficio como pintor así como su condición de “hermano” le permitieron viajar y cultivar algunas relaciones sociales. Según los estudios realizados sobre Bayeu por José Ignacio Calvo Ruata, era una persona «bondadosa, de temperamento franco y expansivo» y, al mismo tiempo, interesado en conocer todo lo que sucedía en la España de su época. Tenía una salud precaria y sufría periódicos episodios de fiebre. De hecho, parece ser que en varias ocasiones estuvo infectado de paludismo. Aunque se desconoce el momento exacto de su muerte, se cree que aconteció entre 1808 y 1809 coincidiendo con el estallido de la Guerra de la Independencia y la obligada salida de los monjes de la Cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes.
Sergio Baches