El espíritu de la joven localidad de Frula, el primer pueblo de colonización de Los Monegros en poblarse, en 1958, se traduce en una energía vital que lucha activamente contra la despoblación, con éxito.
Su identidad visual está marcada por el ladrillo de las casas y la plaza porticada, donde destaca la iglesia de San José de Pignateli, ejemplo de arquitectura religiosa del siglo XX, de líneas sencillas. Enmarcando la localidad se extiende el pinar, orgullo de sus vecinos por su extensión y belleza.
Aunque lo que realmente marca su carácter es la organización de actividades deportivas de todo tipo, desde las cinegéticas, con el centro de actividades La Torraza, convertido ya en un referente regional; duatlones, siendo pionera en Aragón, y diferentes campus y eventos, que giran siempre en torno de su albergue municipal, una apuesta de su ayuntamiento por el fomento de la actividad turística y económica, no sólo de Frula, sino de la zona.