El monegrino Luis Costa, natural de Grañén, ha sido homenajeado por sus 20 años de dedicación y entrega al fútbol, en los que ha militado en 15 equipos de cinco Comunidades Autónomas. Ha paseado siempre con orgullo el nombre de Aragón y además, ha defendido con orgullo la camiseta de la selección autonómica.
El deportista, al que todavía le pican los pies al pisar un campo de fútbol, fue homenajeado este miércoles por la Federación Aragonesa de Fútbol, en los prolegómenos del partido entre las selecciones absolutas de Aragón y Madrid, que acabó con victoria para los primeros por 2-1.
«Me ha hecho mucha ilusión, ya que siempre gusta que se reconozca tu trabajo en casa y además, hay que entenderlo como lo que es, es decir, como un reconocimiento al fútbol modesto, es decir, a todos aquellos futbolistas que han picado piedra en diferentes categorías», ha asegurado el futbolista. «Además, se trata de un premio -ha dicho- que sigo desde hace mucho tiempo, que han recogido personas a las que admiro como campeones de la Recopa o artífices de ascensos a Segunda B. Y, por lo tanto, supone un sueño, que recibo con mucho orgullo y alegría», añade.
El jugador monegrino colgó las botas en mayo de 2023. Se despidió a lo grande, haciendo lo que más le gusta del fútbol: marcar. Y es que es siempre fue un delantero nato, ágil y descarado. Su última camiseta fue la del Brea, dejándolo en Segunda RFEF. Antes, vivió otros hitos importantes. El despegue de su carrera tuvo lugar en la temporada 2004/2005, cuando llegó al Poli Ejido B, debutando con el primer equipo en Copa y formando parte del mismo casi toda la temporada a las órdenes de Pepe Mel. Allí estuvo muy cerca de subirse al carro del fútbol profesional. No obstante, acabó marchándose al Atlético Sangonera y después, llegaron otros como el Atlético Sangonera, Benicarló o Sporting Mahonés.
Por motivos personales, y con el deseo de estar más cerca de la que persona con la que creció, su abuela, volvió a Aragón, donde fichó por un San Lorenzo del Flumen recién ascendido a Tercera División y dirigido por el monegrino Ángel Royo. Su valía y desparpajo no pasó desapercibido, con seis goles en ocho partidos y un día redondo frente al filial del Zaragoza, lo que le proporcionó en bandeja su sueño: un contrato con el Valencia B. La mala suerte quiso que se rompiera el cruzado en su despedida del San Lorenzo. Y todo cambió, llevándolo por un camino diferente, pero también lleno de aprendizajes y nuevos hitos, ya que se acabó convirtiendo en el promotor de una de las salas de conciertos más reconocidas del país, El Veintiuno, y además, acabó jugando en el equipo de su pueblo, el CD Grañén.
«Todas mis vivencias me han ayudado a ser la persona que soy», resume el monegrino, que tuvo que aceptar aquel punto de inflexión y mirar hacia adelante. Del conjunto, valora de forma especial las tres temporadas que jugó en el equipo de su localidad, al que llegó todavía en plena forma, lo que le permitió marcar 57 goles y hacer disfrutar al máximo a su afición. Después, siguió jugando en equipos de la zona, con una nueva etapa en el San Lorenzo y otras en Almudévar, Barbastro, Fraga, Monzón y Sabiñánigo. Y, finalmente, en la recta final lo hizo en Tarazona, Épila y Brea.