
Los niños y niñas han vuelto a disfrutar de esta consolidada tradición.
Alcubierre ha vuelto a celebrar su tradicional fiesta de la Vieja Remolona. La costumbre, como siempre, ha tenido lugar el tercer miércoles de cuaresma, y ha llenado de color y alegría las calles de la localidad.
Niños y niñas, acompañados por sus mayores, han recorrido el pueblo con el pelele de la Vieja Remolona y sus cestas, entonando la canción popular y recolectando huevos de puerta en puerta. También han recogido dulces y pequeñas propinas.
Siguiendo la tradición, los huevos recogidos se intercambian después en las tiendas y pastelerías del pueblo para preparar una gran merienda popular. Antiguamente, esta celebración tenía lugar en una casa vecinal, pero en la actualidad reúne a los participantes en el salón social.
Sonia Sanz, presidenta de la Asociación de Mujeres de Alcubierre, destaca con entusiasmo el creciente interés por esta tradición. De hecho, según explica «este año han participado muchos niños que, aunque viven fuera, tienen vínculos con el pueblo. A los 19 escolares de Alcubierre, hemos sumado otros 12, llegando a un total de 31». El honor de portar este año el pelele ha recaído en su hijo, Mario Ardid, de 10 años, quien no ha ocultado su emoción.

En primer plano, el pelele de la Vieja Remolona portado por los niños y niñas.
Una tradición abierta a todos
Desde hace tres años, la fiesta se abrió también a las niñas del municipio, permitiendo así que más familias se sumen a la celebración. José Manuel Gavín, vecino de la localidad, ha recordado que en su infancia «estaba destinada únicamente a los chicos y las chicas celebraban Santa Águeda». «Ahora es una celebración conjunta, que se mantiene viva gracias a la ilusión y entusiasmo de todos», ha añadido el monegrino, que antes la disfrutó como niño y ahora, como padre.
Johana Rosas, que lleva varios años viviendo en Alcubierre, ha destacado la importancia de esta tradición en su familia. «Cuando llegué aquí, no teníamos niños, pero siempre pasaban por casa de mi suegra y les dábamos huevos o dinero. Ahora, mis hijos siguen la tradición y eso me hace mucha ilusión», ha señalado. Daniel Ficheux, originario de Normandía y vecino del pueblo, es otro de los participantes incondicionales. En su opinión, «es una alegría ver cómo la tradición sigue viva. Yo la he disfrutado con mis hijos y ahora con mis nietos. Además, cada vez hay más personas de fuera que se implican en la fiesta».

Los niños y niñas han ido casa por casa recogiendo huevos, dulces y propinas para su merienda colectiva.
Un recorrido cargado de simbolismo
El punto de encuentro ha sido, como siempre, la Plaza del Olivo. Desde allí, los niños han ido recorriendo el pueblo, llegando incluso a la residencia de mayores, y cantando: “La vieja remolona/ no quiere comer pan/ solo chocolate y chullas si le dan/ Los chicos de la escuela/ todos suplicamos/ que cuando cante el gallo/ nos den lo que buscamos/ ¡Qui-qui-ri-qui!/ ¿Nos dan para la vieja?/ ¡Con una estaca vieja!”.
La Vieja Remolona representa el largo y frío invierno, que se resiste a marchar, y los niños, lo nuevo, la primavera que está por llegar. La tradición sigue poniendo en valor el espíritu de cooperación y unión vecinal.