Luis Manuel Casáus tiene la capacidad de emocionar. Y no solo a través del teatro. Así lo podrán comprobar aquellos y aquellas que lean su nuevo libro, ‘Recuerdos en blanco y negro’ (Editorial Pirineo), donde comparte los episodios más significativos de su infancia. Algunos son alegres y otros, tristes, como su primer contacto con la muerte o la despedida de su amada yegua, Canela. El primero abre y el segundo cierra una publicación que está compuesta por veinte relatos, que, además de narrar sus vivencias, «pintan con palabras» las postales de cómo era la vida rural de mediados del pasado siglo.
La publicación se presenta este sábado, 10 de junio, en el salón de actos del Ayuntamiento de Robres, donde el autor estará acompañado de la alcaldesa en funciones, Olga Brosed, y la delegada del Gobierno en Aragón, Rosa Serrano. La presentación, que dará inicio a las 20.00 horas, correrá a cargo del actor Roberto Nistal, protagonista de la última obra del Teatro de Robres, ‘Cucaracha. Sangre, amor y muerte en Los Monegros’, escrita y dirigida por Casáus.
Según explica su autor, su nueva publicación surge de la necesidad vital de compartir «este viaje emocional hacia mi infancia, ya sea por la edad o por la llegada de la pandemia, que nos hizo descubrir la vulnerabilidad del ser humano». «Para mí, escribir este libro ha sido un ejercicio de vitalismo, que me ha ayudado a superar miedos e incertidumbres y taponar las rendijas por las que a veces se cuela la tristeza», indica, hablando del «cobijo» que le ha proporcionado verbalizar sus recuerdos.
Aunque aparecen como telón de fondo, sus textos no se centran en las tradiciones, usos y costumbres de antaño. Tal y como dice su autor, «describen el impacto que tuvieron en mí determinados sucesos y personas». Y es que la clave está en la emoción de cada relato, narrados con gran detalle y ambientados en una población rural en blanco y negro, de calles embarradas, luces mortecinas y casas sin agua corriente, donde «los niños aprendíamos a volar y vivir ajenos a la realidad de nuestros mayores», indica Casáus.
Los textos abarcan de 1955 a 1965, es decir, de los 3 a los 13 años del autor. Y están plagados de nombres propios, recordando personas, lugares y elementos ya desaparecidos. Dentro de ellos, tienen un papel protagonista las mujeres de su etapa infantil, desde su madre a sus hermanas o tías, con textos dedicados a su abuela Dolores, a la que describe como «una abuela de mazapán», o la entonces moza que ayudó en su crianza, Enriqueta Sierra.
También aparece el cura Basols, que revolucionó el pueblo, con la creación de una banda de música y una academia escolar; o la tía Carmen, de casa El Tejero, que acogió a la chiquillería en su salón para disfrutar de la primera televisión casera. El más breve y «doloroso» de los capítulos está dedicado a un mal maestro, Don Boni.
La publicación cuenta además con relatos sobre su primera romería al Santuario de Magallón, la recuperación del grupo local de dance, su Primera Comunión, su estreno de ronda con la cuadrilla o su primer contacto con el teatro. También hay emotivos textos sobre cómo vivían entonces fechas señaladas como San Fabián o Nochebuena o sobre momentos de inmensa alegría como la llegada a casa de dos burricos enanos, Aurorita y Bartolo. Para ayudar a la contextualización, la publicación incluye además un anexo con un resumen de las actas del Ayuntamiento de Robres de los años 50 y 60.