De los carnavales celebrados en Monegros, el de Villanueva de Sijena es el más singular de todos. Aunque los orígenes de la fiesta no están claros, la celebración parece estar relacionada con alguna fiesta romana como las de Baco o Saturnales, y con ritos paganos de celebración con fuego el final del invierno y el alargamiento del día (la luz) sobre la noche, adaptados luego por el cristianismo. Sea como fuere, el carnaval es, desde hace siglos, el momento de despedirse, con excesos, de la ingesta de carne antes del comienzo de la Cuaresma.
Así, en Villanueva de Sijena el desfile está siempre protagonizado por Matapanizos y Barbuchana, dos peleles de tamaño casi natural elaborados por las vecinas de la localidad, y quemados en la hoguera al final de la fiesta.
Matapanizos es el sobrenombre del río Alcanadre, cuyo caudal resulta escaso para abastecer los cultivos a lo largo del año, y Barbuchana toma su nombre de un barranco del municipio. Ambos hacen referencia a las crecidas puntuales que arruinan los cultivos de la localidad.
La quema de los peleles representa la destrucción de todo lo malo (el frio, la oscuridad, la infertilidad y ruina del campo) la expiación de los pecados y el comienzo, con el alma depurada, del tiempo de la cuaresma. También es el final del invierno y el tímido arranque de la primavera, tiempo de fertilidad, de luz y mejores temperaturas.
El acto de quemar monigotes en carnaval o fechas próximas es una vieja tradición europea, representada siempre por peleles grotescos y personajes no gratos para la comunidad, que son colgados, zarandeados y finalmente quemados, para proteger a la comunidad de malos augurios. Muchos pueblos conservan tradiciones similares en lugares como Castilla y León o Extremadura, incluso en Iberoamérica, pero muy pocos en Aragón, siendo el de Villanueva uno de los pocos ejemplos que quedan.
Gemma Grau