«Por su trascendental contribución a la paz y la convivencia; por su rectitud, espíritu de justicia y amor al orden en el desempeño de su cargo». Son las palabras que constan en la placa de la plaza Agustín Valencia Comenge, que desde el pasado domingo está dedicada a quien fuera alcalde del municipio entre los años 1931 y 1936.
Más de doscientas personas asistieron al homenaje, que contó con la actuación de la rondalla de Monegrillo y del grupo Orache. Entre los asistentes, se encontraban vecinos y vecinas del municipio, familiares, amigos, autoridades, diputados en Cortes de Aragón y Diputación de Zaragoza, Comarca de Monegros, así como alcaldes y concejales de otros municipios.
En su discurso, el actual alcalde de Monegrillo, Alejandro Laguna, alabó la figura de Agustín Valencia, de quien dijo que «hay personas que con su proceder dejan legados; Valencia, es una de ellas; el alcalde referencia de todos los que hemos pasado por el ayuntamiento de Monegrillo. No solo fue un excelente gestor de lo público, reconocido por todos, también públicamente por sus adversarios ideológicos, sino que salvó vidas».
La vecina del municipio, Ruth Gascón, leyó unas notas repasando su biografía y su trabajo al frente del ayuntamiento. «Agustín Valencia nació en Monegrillo en 1903, quedándose huérfano muy joven. Estudió en Zaragoza, obtuvo el título de profesor Mercantil. Allí conoció a su esposa, con la que tuvo tres hijos, regresó al pueblo para hacerse cargo de la tienda familiar. Militante del partido de Izquierda Republicana, D. Agustín se presentó a las elecciones municipales de 1931 y fue elegido el primero en votación popular, fue alcalde hasta ser destituido por la fuerza el 19 de julio de 1936».
Julio, nieto del homenajeado, en nombre de toda la familia, en su discurso dijo que «lo esencial, a nuestros ojos, es que Agustín Valencia fue, en el más amplio sentido de la palabra, un hombre bueno. Un hombre que siempre miró por los demás, que intentó proteger a los suyos, a sus vecinos y a su familia. Fue un hombre humilde, que hizo lo que tenía que hacer, y que seguramente vería este acto como algo innecesario, algo excesivo para sus méritos, pero nosotros sabemos que le hace justicia».