En febrero de 1937, unos meses después del inicio de la guerra, la Generalitat de Cataluña crea el Servicio de Bibliotecas del Frente, con el fin de dar servicio a los hospitales de sangre de la retaguardia del frente de Aragón, organizado en dos subsedes: Sariñena para el sector norte, y Alcañiz para el sur.
Sariñena, núcleo destacado de la provincia durante esos meses gracias a la presencia del aeródromo Alas Rojas y del Cuartel del XI Cuerpo del Ejército, el Hospital de Sangre o la estación de ferrocarril, sería el destino de la joven bibliotecaria, María Felipa Español, cuya figura será analiza este lunes, 24 de octubre, por la historiadora Pilar Vives. Coincidiendo con la celebración del Día Internacional de las Bibliotecas, la charla tendrá lugar a las 19.00 horas en el salón de actos del edificio cultural Antonio Beltrán, organizada por la investigadora Gemma Grau y la Biblioteca Municipal de Sariñena.
Pilar Vives describe a la bibliotecaria como una joven «conocedora del papel de la lectura y las bibliotecas como instrumento de libertad y arma contra la ignorancia y el analfabetismo». Según detalla, «con 27 años se presentó voluntaria en el Servicio de Bibliotecas del Frente y su primer destino fue Sariñena».
Desde la subcentral se ofrecían y seleccionaban las mejores lecturas para quienes estaban en los hospitales de la retaguardia republicana oscense (no sólo Sariñena, sino también los de Barbastro y Monzón), incluyendo el servicio de préstamo para quienes estaban en primera línea de fuego, heridos y médicos, así como la sala de lectura para militares.
«Sus dietarios y la correspondencia nos muestran una chica entusiasmada, apasionada, empática con los soldados y profesional reconocida, muy inteligente y valiente», continúa Vives. En apenas nueve meses, de abril a diciembre de 1937, la subcentral de Sariñena manejó 12.488 libros y 24 muebles-biblioteca.
Gracias a sus registros se sabe que más de la mitad de los libros leídos eran de literatura, con autores como Baroja o Poncela, aunque también se pedían otros temas, como geografía, aritmética o política. Los heridos de los hospitales pedían sobre todo novelas de aventuras y que cuando a un lector le gustaba mucho un libro, luego lo leía toda la sala.
María Felipa Español saldría de Sariñena en marzo de 1938, con la caída del frente aragonés “bajo una avalancha de metralla, intentando salvar los libros, la documentación, y la vida”, según sus propias palabras. Pasaría los meses siguientes ejerciendo para el Servicio, con los bibliobuses que acercaban todavía más la literatura a las trincheras. Su dedicación y coraje le valieron el nombramiento de Teniente por parte de la II República.
Acabada la guerra «tuvo que guardar silencio. Como bibliotecaria y teniente, ante la represión franquista no pudo ejercer su profesión y optó por cambiar de vida. Los estudios de la Escuela de bibliotecaria de Barcelona le permitieron completar idiomas y tener una visión humanística: fue visitadora psiquiátrica, hizo las carreras universitarias de Filosofía y Letras y Derecho. Se dedicó a la traducción, a los viajes y al atletismo, y se jubiló como abogada laboralista. Siempre fue una luchadora en todos los ámbitos por donde pasó, una mujer de la República», detalla Vives.