Sava Panchenko, natural de Ucrania, ha encontrado en el deporte un potente medio de integración, donde la táctica, los gestos y los abrazos rompen la barrera del idioma. También es un poderoso instrumento frente al miedo y la angustia que produce el horror de una guerra.
El joven, de 10 años, llegó a principios del pasado mes de marzo a la localidad de Sariñena, junto a su madre, Yaroslava, y su hermana, Kira. Aquí residía su tía, Oksana, la hermana de su padre, que les llevó hasta la frontera y que sigue en suelo ucraniano. Se fueron el mismo día que las bombas comenzaron a caer en las inmediaciones de Kiev y se convirtieron en la primera familia de refugiados en recalar en Los Monegros.
En su país natal, Sava jugaba en las categorías inferiores del Dynamo de Kiev y ahora, lo hace en las filas del equipo alevín del Peñas Sariñena. Juega de mediocampista. Su debut tuvo lugar el pasado fin de semana frente al Barbastro y estuvo entre los más destacados. Aunque apenas conoce algunas palabras en castellano, el fútbol es un lenguaje universal.
El joven se muestra contento con su participación en el equipo, donde goza del apoyo y amistad de sus nuevos compañeros. También se ha incorporado ya al centro educativo de la capital monegrina, donde sus vecinos están volcados en la integración de las familias que han llegado huyendo de la guerra.
Al igual que cualquier niño, Sav, natural de Shpytki, distrito de Buchansky (Kiev), sueña con llegar algún día a ser como sus ídolos, entre los que figura Messi, Lewandowski, Coutinho y Van Dijk. En España, dice ser seguidor del Atlético de Madrid.