Superviviente de la violencia de género: «Quiero ayudar a otras mujeres a romper con su agresor»

Tania, María o Namia (nombres ficticios) dan testimonio de su participación en el proyecto 'Tejiendo Sororidad'.
Encarna Palma, Elena Planas y Elena Sánchez, las tres trabajadoras comarcales implicadas en el proyecto 'Tejiendo Sororidad'.

Encarna Palma, Elena Planas y Elena Sánchez, las tres trabajadoras comarcales implicadas en el proyecto ‘Tejiendo Sororidad’.

 

Tania (nombre ficticio), natural de Los Monegros, fue violada por su expareja. Durante meses, arrinconó aquel traumático episodio en su mente, sin llegar a identificarlo ni verbalizarlo. También fue objeto de un continuo maltrato psicológico.

 

Ahora, con el paso del tiempo y el trabajo realizado, la joven ha recuperado su identidad y además, siente el deseo de ayudar a otras mujeres en su misma situación. Y no es la única. De hecho, las profesionales del Centro Comarcal de Servicios Sociales de Los Monegros detectaron esta misma necesidad en aquellas víctimas de la violencia de género que ya estaban en una fase avanzada de recuperación y decidieron idear un nuevo sistema que las convirtiera en agentes activas en la lucha contra esta lacra. El resultado lleva el nombre de ‘Tejiendo Sororidad’.

 

La iniciativa dio sus primeros pasos en 2021 y en la actualidad, siguen avanzando, con un grupo estable de seis mujeres de diferentes edades, procedencia y formación. Además, el proyecto ha sido exportado a otras comarcas del Alto Aragón. En su origen, se desarrolló a través del proyecto Concilia y en esta nueva fase, cuenta con fondos del Pacto de Estado.

 

Su objetivo es empoderar a las mujeres que se encuentran en una fase avanzada de recuperación, formándolas y dándoles la posibilidad de ayudar a otras víctimas a través de su testimonio y experiencia. Para ello, la iniciativa se desarrolla en varias fases.

 

En la primera de ellas, las seis mujeres recibieron formación básica sobre violencia de género y ahora, han sido incluidas en el proceso de difusión del proyecto. De forma paralela, han seguido en estrecho contacto, afianzando el grupo creado, y ahora, van a recibir formación más específica, con el fin de completar su preparación y llegar a formar parte del proceso de intervención. El camino está siendo muy beneficioso.

 

«Para nosotras, está resultando ser una experiencia muy positiva, ya que nadie te entiende mejor que aquella que ha pasado por tu misma situación», explica Tania. La trabajadora social del Centro Comarcal de Servicios Sociales de Los Monegros, Elena Planas, refuerza sus palabras, al explicar que las sesiones formativas «han cubierto una doble vertiente, la pedagógica y luego, la terapéutica, ya que resulta sanador verse en la teoría y, al mismo tiempo, en el espejo en el que se convierten tus compañeras». «La teoría les ha permitido poner palabras a aquello que habían vivido y, al mismo tiempo, han podido entender y validar sus propias emociones o acciones», añade. También tiene el mismo efecto su participación en las acciones de difusión.

 

Además de ello, al llegar a convertirlas en agentes activas contra la violencia de género, el proyecto permite reconocer su valía, «reforzando su autoestima y bienestar», explica la psicóloga de la Comarca, Encarna Palma. También son el mejor ejemplo de que «existe otro camino y un futuro» y, al mismo tiempo, su experiencia ayudará a otras a sentir mayor confianza en el sistema y las profesionales.

 

Tras ser violada por su expareja, Tania se encerró en casa, sin ganas de salir ni socializar. Después, comenzaron los ataques de ansiedad y además, se sumió en una profunda depresión. Pero seguía sin ponerle nombre a aquel violento episodio, que tuvo lugar en su propia casa y que sufrió cuando tenía 18 años. A los pocos meses, rompió definitivamente la relación y finalmente, buscó ayuda profesional. Al retroceder a aquel día y relatar lo sucedido, fue cuando tomó consciencia de haber sido violada. «Hasta que se lo conté a la psicóloga ni siquiera era consciente; me resultaba tan difícil que lo había borrado de mi mente», señala.

 

Durante los primeros meses, la relación con su expareja parecía casi perfecta. A los ojos del resto, era un novio detallista y atento. «Al principio, todo es tan sutil que ni siquiera le das importancia. Después, intuyes que algo va mal e intentas compartirlo, pero tu entorno minimiza lo que ocurre y te convence de que es lo habitual; así que aguantas y sigues, ya que tu autoestima empieza a estar mermada y comienzas a creer que eres tú quién tienen una imagen equivocada de la realidad», explica la joven.

 

Tras dos años y medio, Tania rompió con su maltratador y cambió de residencia. En su nuevo destino, la joven fue acosada por un segundo hombre, que la arrastró a una tóxica relación. Por suerte, y debido al forzoso aprendizaje anterior, supo cortar a tiempo los lazos y regresó a Los Monegros, con el apoyo de sus familiares y amigos. Ahora, trabaja y además, estudia. Ha recuperado la confianza en sí misma y el control de su vida.

 

Tania valora mucho los conocimientos adquiridos a través del proyecto ‘Tejiendo Sororidad’, ya que, según explica, ahora se siente «capaz» de identificar situaciones similares en su entorno y considera que dispone de las herramientas necesarias para ayudar a las víctimas. «Sé cómo se sienten, qué decir y dónde pueden acudir», indica. «He vuelto a ser yo misma y quiero ayudar a otras a romper con su agresor», señala.

 

Para salir de la violencia de género, las trabajadoras sociales explican que la víctima debe echar mano de sus propias capacidades y además, es fundamental que cuente con asistencia profesional. También ayuda una buena red de apoyo social y familiar. A ello, ‘Tejiendo Sororidad’ suma un salvavidas más al que agarrarse para sobrevivir: el ejemplo de una mujer que ha pasado por lo mismo y que ha logrado salir adelante. Y es que hay otros puntos que pueden fallar.

 

«No podía salir ni a comprar mis propias bragas»

 

A Namia (nombre ficticio), vecina de Los Monegros e integrante del mismo grupo, le faltó el respaldo familiar y social. Durante once años, convivió con su agresor. En ese tiempo, apenas salió de casa. Su marido se marchaba y cerraba la puerta tras de sí, sin permitirle abrir ni una ventana. Tampoco podía hablar con vecinos o familiares. «No podía salir ni a comprar mis propias bragas», resume.

 

«Me quedé en los huesos, lloraba todo el día, y encima, si lograba hablar con mi familia, mi padre me recordaba que el matrimonio era sagrado y que debía aguantar», indica. Se casó con 18 años en Marruecos. A su marido, lo conoció unos días antes y desde el primer día, «supe que sería infeliz», reconoce. «Aunque antes me había prometido lo contrario, el mismo día de nuestra boda me prohibió seguir estudiando», explica. Su sueño era ser profesora de educación física o policía.

 

En su caso, el maltrato psicológico fue una constante desde el inicio de la convivencia. También los abusos y violaciones. Las agresiones físicas comenzaron después de nacer el primero de sus tres hijos. Al contrario de lo que suele suceder, Namia nunca sintió culpa o vergüenza. «Siempre tuve claro que él era el verdugo y yo la víctima», dice. Y es que en su caso nunca hubo sutilizas ni engaños.

 

Al final, viéndola con la nariz rota, su padre aceptó acogerla y su marido, el divorcio. A cambio, ella renunció a la posibilidad de interponer una denuncia y a la custodia de sus hijos. A los tres años, hizo las maletas y viajó a Los Monegros, donde residía su hermana. Antes, consiguió un contrato de trabajo. Su separación tuvo lugar en 2001. Ahora, sus hijos ya son mayores y están con ella. «Ahora, estoy bien y tranquila. Los recuerdos todavía duelen, pero estoy aquí. Y eso es lo que le diría a otras mujeres: es posible cambiar las cosas», concluye, feliz de la posibilidad de formar parte de esta innovadora iniciativa comarcal.

 

El perfil de las mujeres que forman parte del grupo del proyecto ‘Tejiendo Sororidad’ es diverso en edad, procedencia o formación. De hecho, tal y como recalca Encarna Palma, la psicóloga del Centro Comarcal de Servicios Sociales de Los Monegros, «no existe un perfil de mujer víctima de la violencia de género». «Tampoco cifras significativas», añade, ya que las estadísticas de mujeres maltratadas «solo muestran la punta del iceberg». Para apuntalar sus palabras, recuerda que alrededor del 80% de las mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas nunca habían denunciado ni recurrido a ningún programa de ayuda. La violencia de género tiene un carácter estructural, es decir, anclado en la desigualdad mantenida a lo largo de la historia, donde hay un grupo que mantiene una serie de privilegios y una situación de poder sobre otro», indica Palma.

 

«A veces, sin golpes de por medio, todo se vuelve más difícil»

 

Hay diferentes tipos de violencia de género. Y todos duelen por igual y buscan el mismo fin. «A veces, sin golpes de por medio, todo se vuelve más difícil, ya que careces de evidencias para demostrar el daño que te están causando y te resulta más complicado encontrar el apoyo del resto», dice María (nombre ficticio), otra de las mujeres integradas en el proyecto ‘Tejiendo Sororidad’. Su ruptura es la más reciente. De hecho, se produjo durante el propio desarrollo de las sesiones formativas, donde encontró la fuerza necesaria para acabar con una relación «que me estaba minando».

 

Durante años, la mujer asegura que fue perdiendo la confianza en sí misma a base de frases sueltas, desprecios o silencios. «Son acciones sutiles, que te cuesta identificar y que van haciendo mella», señala. «Después, todo es más evidente y agresivo; y tú empiezas a ser consciente, pero estás en una posición de debilidad y te cuesta reaccionar», añade. Y, ante ello, cree fundamental el desarrollo de este tipo de iniciativas, ya que «se necesita de ayuda y apoyo».

 

Para difundir sus objetivos y afianzar el contacto de sus integrantes, ‘Tejiendo Sororidad’ también está presente en las redes sociales. Y, además, sigue adelante con sus acciones de difusión. Precisamente, y con este pionero proyecto como eje, este pasado jueves tuvo lugar una intensa jornada en el Santuario de Magallón de Leciñena, con la participación de medio centenar de profesionales de los Servicios Sociales de diferentes comarcas aragonesas, personas e instituciones que trabajan por la igualdad, así como del tejido asociativo.

AGENDA

Del 10 de septiembre al 10 de noviembre

Naturaleza oculta. Exposición fotográfica de José Miguel Andrade en el Cafetín de la Pastelería Trallero, en Sariñena.

 

Del 15 de octubre al 16 de noviembre

Ciclo de Cine y Mujeres Rurales. Castejón de Monegros (15 de octubre: ‘El agua’ y coloquio entre gabarderas).
Sena (19 de octubre: ‘Secaderos’ y coloquio con entidades organizadoras).
Sariñena (28 de octubre: ‘O corno’ y mesa redonda mujeres sanitarias).
Valfonda (9 de noviembre: ‘Camino de la suerte’).
Bujaraloz (16 de noviembre: ‘O corno’ y mesa redonda sobre la mujer en el cine).

 

19 de octubre

La Caravana de Belentuela llega a Valfonda. La actuación tendrá lugar a las 17.30 horas en la plaza.

 

16 de noviembre

III Carrera 5K y 10K Sariñena. Además de las dos carreras de adultos, que comenzarán a las 18.00 horas, habrá también pruebas infantiles.