Una legión de más de 800 jugadores de entre 6 y casi 60 años de edad disfrutan este fin de semana -sábado y domingo- de la quinta jornada de la liga oscense de Datchball, que se celebra en la localidad de Sariñena. En total, participan 82 equipos.
A la capital monegrina, este nuevo deporte, de origen aragonés y creado en 2006, llegó hace dos años y en la actualidad, ya cuenta con diez equipos, lo que confirma su auge y aceptación. La pareja formada por Mireia Peralta y Ramón Mur, junto a su hijo, Alejandro, de 8 años de edad, están entre sus fieles seguidores.
«Nos encanta, especialmente por el gran ambiente y los valores que transmite. Además, me parece maravilloso poder compartir equipo con mi mujer, algo inimaginable en otros deportes como el fútbol o el baloncesto», explica Mur, al intentar resumir las características únicas de esta disciplina, donde la paridad es obligatoria y además, la deportividad, el respeto o la empatía otorgan puntos. Para ello, existe un árbitro de grada, que valora el comportamiento del público, con el fin de evitar que presionen a los niños, carguen contra el árbitro o increpen al rival. La práctica totalidad de los equipos consiguen ese punto extra. Y es que el ambiente suele ser inmejorable.
Para Peralta y Mur, la clave del éxito está en coordinadores, entrenadores y árbitros, ya que la mayoría son profesores de Educación Física, que anteponen los valores a la competitividad. «Han sabido transmitir la filosofía a los niños», explica la pareja. «El entrenador ni siquiera está presente. Se administran solos, sabiendo cuáles son las reglas y respetándolas», insisten.
El desarrollo del juego, que divide en dos la cancha, con el objetivo de eliminar a los jugadores del equipo contrario por medio del lanzamiento y con el uso de tres balones, resulta muy inclusivo, independientemente de la habilidad motriz de cada niño o niña, ya que existen muchos factores que condicionan el éxito. Además, también se otorgan puntos por rotación, con el fin de que todos los jugadores intervengan por igual y dispongan de las mismas oportunidades, según explica uno de los responsables a nivel provincial del campeonato, Alejandro Pirla.
Raúl Pelegrín y su hijo, Iker, también están entre las últimas conquistas del Datchball en Sariñena, al que llegó de la mano de otro de sus vecinos y profesor de Educación Física, Raúl López. Aunque tiene notables diferencias, el Datchball recuerda al antiguo balón prisionero y por lo tanto, a muchos padres les picó el gusanillo al asistir a los partidos de sus hijos e hijas. «Al verlos, empiezas a recordarte jugando de niño y te entran ganas de saltar a la pista y disfrutar; y eso es lo que hacemos», ha explicado Pelegrín. Además, por la rotación y dimensiones del campo, tampoco requiere estar en un gran estado de forma. «Nosotros ya no estamos para jugar un partido de fútbol con gente más joven, pero sí para disfrutar del Datchball y pasar un rato agradable», ha añadido.
La jornada de liga ha sido supervisada por cuatro coordinadores provinciales: Luis Vidal, Alejandro Pirla, Eduardo Campoy y Beatriz Gross. Todos ellos son docentes y trabajan en la escuela, donde nació este deporte de la mano de Roberto Navarro. Actualmente, el Datchball ha conseguido dar el salto a otras Comunidades, asentándose en Cuenca, Ciudad Real y determinadas zonas de Cataluña.